lunes, 20 de febrero de 2012

Sons of Anarchy, caballeros con motos en lugar de caballos

Les cuento. Mis hermanos llevaban tiempo dándome la vara para que atendiera una serie acerca de una banda de moteros. A mí, que odio las motos casi tanto como los madrugones. Me pedían que le diera una oportunidad, porque valía la pena; me conocen bien, y pensaron que me gustaría. Reconozco que me resistí a verla bastante tiempo, porque como acabo de decir, ni me atraen las motos, ni me interesan los moteros. No me llamaba la atención el asunto, en definitiva, pero tanto tanto me la recomendaban que, con mi habitual escepticismo, con algunos prejuicios -lo reconozco- y casi más por no oirles que por verdadera curiosidad, me obligué a ver el primer capítulo. 
Recuerdo que empecé a verla una tarde, después de comer, con algo de sueño y muy pocas ganas, e inevitablemente, con aquella predisposición, pues de primeras me pareció flojita y previsible. Incluso recuerdo que tras unos cuantos capítulos, le comenté a mi hermano que los tiroteos me recordaban a los del Equipo A, con muchos tiros a descubierto donde nunca muere nadie, mucho ruido y muy pocas nueces (ni qué decir tiene que mi hermano me llamó el nombre del puerco, como podrán imaginar). 
Pero bueno, como ya estaba empezada la cosa -al menos no me dormí, me dije, eso ya es algo-, decidí seguir adelante con aquella primera temporada. La serie fue avanzando, y poquito a poco me fue enganchando. Descubría capítulo tras capítulo un descarado homenaje encubierto al Hamlet de Shakespeare por parte de los guionistas, con un príncipe rubio llamado Jackson que aspira al trono y su madre, la actual reina, y a la vez, esposa de un rey usurpador. Siempre con la etérea presencia constante del fantasma del padre asesinado en el pasado, que aun estando muerto no deja de influenciar los acontecimientos del presente. Todo ello encajado con buen gusto y con oficio, sin rechinar de dientes, una historia de violencia bien rodada.   
A partir del octavo capítulo, aquellos infames y ridículos cascos de medio huevo dejaron de causarme risa, y -lo reconozco-, un par de temporadas después hasta me descubrí reincorporando mi vieja chupa de cuero gris -sin calaveras, eso sí- a la percha de la ropa de diario. 
Pero volvamos a esa primera temporada. La serie fue creciendo hasta que llegó el penúltimo capítulo, en que me dejó el corazón encogido. Yo casi nunca lloro y desde luego, jamás lo hago viendo una película o una serie de TV, pero sí que es cierto que a veces me emociono por dentro, y ésta casi lo consiguió. Cuando terminé de ver la cuarta y última -de momento- temporada, corroboré que conforme avanza, el crecimiento sigue; que la serie es realmente buena; que los personajes se van perfilando y enriqueciendo, y que promete serlo todavía más en el futuro, si a los guionistas no les da por alargar más de la cuenta algo que funciona comercialmente hasta estropearlo, como hacen tantas veces, por ejemplo, con Dexter
Al final, todo había ido cobrando sentido; recordando lo que sentía viendo una de mis series favoritas, la magnífica Friday Night Lights, conforme miraba las aventuras de los SAMCRO (Sons of Anarchy Motor Club Redwood Original, que así se llama el club de moteros) me iba dando cuenta de que hay ciertas cosas por las que vale la pena seguir adelante, porque las cosas buenas se cocinan a fuego lento y se hacen esperar. Cuando hay talento en los guionistas, presupuesto y un buen elenco de actores, si los productores tienen un poquito de paciencia, es inevitable que la cosa funcione. Con aquel octavo capítulo, les decía, por fin llegó la maravillosa sensación que se tiene cuando algo -una serie, un deporte, una película, un libro, una chica...- te engancha y realmente te gusta, cuando parece que, en este caso la serie -permítanme la grosería-, les coge de la parte de su anatomía que prefieran al efecto y les dice, con media sonrisa: ahora ya no te voy a soltar. 
Volviendo al comienzo, la serie cuenta una historia medieval de reinos, de príncipes, de fronteras y de guerras. Solo que en lugar de caballos, hay motos; en lugar de espadas, armas de fuego; en lugar de reinos, bandas de moteros y sus territorios. Por lo demás, es inevitable recordar aquellas películas y libros de historias de reinos medievales o de fantasía, aquellas historias de alianzas y traiciones, de luchas de poder, de amor y de guerra. No me atrevería a asegurar que es una serie más dirigida al público masculino que al femenino, pero lo cierto es que en ocasiones, me lo parece.   
Siendo honesto, no creo que Sons of Anarchy sea imprescindible, pero sí altamente recomendable, sobre todo para gente a la que le gusten las historias de mafiosos del estilo de El Padrino. Puedo garantizarles que si le dan una oportunidad, les enganchará, aun a pesar de que ciertamente no es Historia de la televisión, como en mi opinión pueden serlo The Wire, Band of Brothers, Los Soprano o Breaking Bad. Para eso debería ser redonda, y Sons of Anarchy no lo es, cuando la vean entenderán por qué digo esto. 
Mi consejo para quien se anime a empezar a verla, aprovechando por ejemplo que comienzan a darla en la tele estos días -concretamente esta misma noche, en el canal de TDT Energy-, es que se olviden de las motos y lo hagan con la mente en blanco, sin prejuicios como los que yo tenía. Y eso sí, como debe hacerse con las series, que se propongan ver al menos una temporada entera. Son capítulos cortos, de 40 minutos, y no se hace pesada, para nada. Si le dan una oportunidad, créanme, no sé exactamente en qué momento sucederá, pero sucederá, Como me pasó a mí, la historia les agarrará de la solapa mientras se llenan de tatuajes, y de pronto se verán a lomos de un caballo que de repente se ha convertido en una Harley. Flanqueándole, descubrirá a los otros miembros del Club, todos ellos caballeros con su inquebrantable código de honor, su bushido particular. Delincuentes, sí, pero créanme, casi todos honorable gente de hígados, hermanados en una gran familia, capaces de pasar una temporada en el trullo o de morir antes que delatar o faltar a la lealtad del "Club". Porque estos tipos, moteros con antecedentes que nunca han dejado de ser caballeros, transmiten los valores que movían a aquellos, los que la gente como yo buscamos en las películas, en los libros y en las series que nos gustan desde niño: lealtad, honestidad, valentía. Probablemente entonces entenderán a lo que me refiero con eso de motos en lugar de caballos y armas de fuego en lugar de espadas

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